26 dic 2008

VIAJE A CUZCO, diario de viaje.

EN CUZCO: LA CAPITAL DE LOS HIJOS DEL SOL.
Por Waldemar Verdugo Fuentes.
Publicado en VOGUE-México.


Los aviones acortan muy notablemente el tiempo necesario para cubrir las distancias: de Santiago de Chile a Arequipa en Perú se necesitan, por la vía ordinaria terrestre, tres días de viaje, y uno de ferrocarril hasta Cuzco, es decir, cuatro días en total; en avión son suficientes tan sólo cuatro horas. Pero el viaje bien vale el tiempo invertido. Aquí nos quedamos varios días viviendo en Cuzco y viajando los amaneceres a las fabulosas ciudades prehispánicas que anuncia esta ciudad real Inca. La entrada a Cuzco, cuyo clima es medianamente frío durante todo el tiempo, se hace con la respetuosa expectación de saber que estamos en la mítica cuna del Imperio de los incas.

Llegar a Cuzco es una delicia palpable al respirar ese aire tan fresco que reina en sus alturas. Ubicada en el extremo del valle andino del Watanay, como en el fondo de un bolsón, es la capital de los incas, el Imperio de Tawantinsuyu, con su ubicación que le permitía defenderse de invasores. Rodeada por altas montañas y colinas fortificadas de piedra; por Angostura, luego se abre al valle como en estrecho desfiladero; por lo demás, acceder libremente haría necesario franquear accidentes orográficos insuperables. Este marco físico en que se encierra el Cuzco no puede ser más pintoresco. Hacia oriente y poniente cumbres nevadas como el Ausangati y el Salcantay son hitos gigantescos. La baja planicie es una sola pradera. El Cuzco alto, las punas, tan próximas, forman la meseta de Sajsawaman, que anuncian la legendaria Machu-Picchu, cuya visita sólo es posible realizar desde aquí.
Cuzco era la ciudad modelo de los incas. Sus edificios, arquetipos civiles, eclesiásticos, militares, se reproducían en el resto del Imperio, a medida que eran extendidos sus dominios por naciones de la sierra y del litoral. El Cuzco, varias veces destruido, primero en una época muy remota, después como consecuencia de la ocupación española, conserva monumentos correspondientes a distintos períodos que la arqueología distingue y clasifica. Su historia arqueológica comprende dos grandes épocas: la llamada pre-colombina, o etapa anterior al descubrimiento de América por Cristóbal Colón (año 1492) y la post-colombina o colonial, que se remonta a la dominación del Perú por España, hasta la Independencia (año 1821). La historia de Cuzco antes de la dominación española es la que ofrece mayor interés y se divide en dos grandes épocas: la pre-incaica y la incaica, correspondientes a la época anterior a la cultura que se desarrolló bajo el Imperio de los incas y a la del período de la dominación de estos. La entrada al valle del Cuzco estaba defendida por los restos de un alto murallón; le da acceso una bella portada de piedra muy pulida, de sillares regulares. Por encima de esta portada, en época posterior, pasaba un acueducto que dotaba del líquido elemento a un vasto pueblo denominado Pikillajta, hoy estos acueductos están en proceso de rescate. Era probablemente un puesto militar para la defensa de la ciudad. Los restos de sus construcciones así lo revelan: son en su mayoría largos recintos de dos pisos para alojar miles de soldados. En recientes excavaciones fueron halladas en estas ruinas preciosas pequeñas esculturas de turquesa, pero su mineral emblemático es la piedra: en la vecindad están las renombradas canteras de Rumikolika que proporcionaron gran parte del material con que el Cuzco fue edificado y reconstruido varias veces. Desde estas alturas se contempla el más bello panorama del lago de Lucre o Muyuna y de los nevados de Urubamba.
Sobre la colina septentrional de Cuzco, cual una Acrópolis, se alza magna y formidable, ya anotamos, la ciudadela de Sajsawaman, obra arquitectónica asombrosa que, por sí sola es bastante para atraer el turismo del mundo. Ahora recorrimos Sajsawaman, a manera tradicional antes de conocer Cuzco y de subir a Machu-Picchu, por ser el sitio también panteón y vivienda de los mayores cuyas almas custodian la ciudadela sagrada, a cuya memoria se debe rendir ofrenda antes de visitar. Construida con arreglo a una técnica militar muy avanzada servía de plaza fuerte a la capital y de refugio a la corte, y al sacerdocio con sus dioses y reliquias. Está formada por tres series de defensas que rodean la colina, cobrando mayores dimensiones los muros que limitan a la entrada al valle del Cuzco con una explanada. Enormes bloques de piedra de muchas toneladas de peso colocados con matemática precisión unos sobre otros y alineados los macizos más largos, todos estrechamente unidos sin cemento alguno. La sensación de grandeza se produce al contemplar esta obra titánica de los cuzqueños, que desafía los siglos y que constituye lección perenne de fuerza y señorío. Se ven desde una meseta numerosas construcciones que se extienden por la planicie. Conjuntos rocallosos fueron transformados en ciudad ceremonial, con tumbas y adoratorios. Fuentes, jardines, acueductos, vías subterráneas, tronos en piedra, laberintos de rocas talladas y el rodadero o tobogán de los incas, constituyen múltiples atractivos en este conjunto. Unos cuantos kilómetros más al Norte de Sajsawaman se puede admirar el precioso balneario de Tambomachay, con su piscina, sus galerías y terrazas y el bello y apacible paisaje. Cerca de esta casa de recreo de los incas, se ve la Pukara en miniatura, fortaleza de proporciones reducidas, como si se tratara de un modelo, de una gran maqueta. Frente a la fortaleza de Sajsawaman, dominándola, está el llamado "Trono del Inca". Es una doble escalinata que en la parte central deja un espacio bien pulimentado como un gran asiento. Esta disposición escaleriforme tendría que ver con el símbolo "tierra" y, en consecuencia, podría estimarse como altar a Mama Pacha, pero está catalogado sólo como un trono real.
En el Cuzco mismo, uno debe ubicarse por los barrios que componen la ciudad, cada uno con sus edificaciones exclusivas. Así, el Kollkampata o Palacio de Manco Cápac, en una primera época era el gran depósito de alimentos o "kollka" de la imperial ciudad, de donde se abastecía el Inca de los productos de la tierra y de la industria, y el ejército de bagajes y vituallas. En la segunda fundación que hizo el Inka Pachakutec, se destinó este edificio a la parentela del primer monarca Manco Cápac. Desde entonces tomó este palacio el nombre de éste, como hoy se le conoce. Conserva una fachada con once nichos y hacia el interior un lienzo de arquitectura posterior, muy hermosa, con una gran alacena (hoy convertida en puerta) y una ventana. En la actualidad esta es una estancia particular.
El barrio de Chokechaka y los fronterizos de Tokokachi (la cueva de sal, hoy San Blas) y Kantutpata están formados de bellísimos huertos y jardines en terrazas; zona abundante en aguas y defendida de los vientos, debió ser preferida para las residencias de los nobles y personas principales del Imperio. Se puede admirar aún muchos trozos de aparejo, algunas portadas y otros restos de gran valor arqueológico en proceso de rescate. Otros barrios son Munaysenka, la hermosa "cresta", un sector de huertas; Rimajpampa, el llano de las asambleas, el ágora, donde se reunía el pueblo a ocuparse de los negocios públicos; el barrio Pumajchupan, "la cola del león", en el delta formado por la unión de las aguas que pasan por el Cuzco, que cuenta con tres arroyos, siendo el principal uno que pasa por el centro de la ciudad, o Huatanay, llamado en antiguos papeles Purihuaylla ("caminante de la pradera"). Los tres estaban canalizados en toda su extensión, según se puede apreciar todavía. Estaban atravesados de puentes de piedra muy notables; una muestra es el de Santa Teresa, restaurado en el centro de la ciudad, formada también por Kayaukachi, que corresponde a las barriadas de Santiago y Belén; así como Chakilchaka-Picchu, "el pico de montaña", de las tierras de cultivo en terrazas, donde se conservan aún árboles centenarios, los Chachacomos. El barrio de Killi o Killkipata es zona predominantemente agrícola. En el Karmenka, "la paletilla", por la forma que tiene, está hoy asentada la parroquia de Santa Ana. El Wakapunku o "la puerta del santuario", corresponde al barrio de Sapi. Por lo general las calles incásicas eran estrechas; buenos ejemplos tenemos en las de Awajpinta (en el Templo del Sol) y Loreto, que desemboca en la plaza mayor de notable extensión: Aukaypata.
Como es semejante con las viejas ciudades precolombinas, esta que visitamos ha sido construida y reconstruida muchas veces: de ello hay aquí testimonio arqueológico a la vista. Unas estructuras han cubierto a otras, apareciendo superpuestos diferentes estilos. Así puede claramente observarse en algunos monumentos como Jatunrumiyoj y el mismo Sajsawaman. En Cuzco la historia común habla de tres fundaciones que son la de Manco Cápac, la de Pachakutec y la de Pizarro. En algunas calles derrumbadas de las afueras de la ciudad, que dan a precipicios inexplorados de Los Andes, a la vista se puede descubrir muchos muros, restos de edificios de épocas remotas, cubiertos ya para siempre, si no aparece un programa de rescate que ponga a la vista las construcciones anteriores ocultas. Y en algunos casos, francamente utilizadas en sus bases y vueltas a reconstruir, especialmente en los barrios del centro, donde estaban las residencias reales. A diferencia de los conjuntos semi-rurales, que hoy son las parroquias, los barrios urbanos eran todos construidos de piedra de cantera bien labrada y aún pulimentada. De ellos quedan muchos, admirables testimonios. Los principales son:
1) Pukamarka: La manzana formada por las calles de Santa Catalina, San Agustín, Maruri y Kapchi. Era el palacio de Tupaj Inka Yupanki, donde había una capilla dedicada al trueno. A la muerte del rey, lo ocupó el Jatun Ayllu o sea el grupo numeroso de sus mujeres e hijos.
2) Jatuskancha: Entre las calles de Santa Catalina, Triunfo y Herraje. Residió Inka Yupanki y su prole.
3) Amarukancha: La Universidad, Muttuchaca y el Castillo de Huayna Cápac y el ayllu Tumipampa.
4) Kasana: Plaza de Armas, Plateros, Tejsecocha, Procuradores. Fue palacio de Pachakutec y de su ayllu Iñaka Panaka.
5) Kiswarkancha: donde hoy se levanta la Basílica. Residencia de Wirakocha y del ayllu Sujsupanaka.
6) Kora Kora: Plaza de Armas. Procuradores. Ayllu Raurau. Inka Sinchi Roka.
7) Kollkampata: Convertido el primitivo granero en palacio conmemorativo de Manco Cápac y residencia de la parentela de Chima Panaka.
8) Kusipata: En el local del Cabildo. Plaza de este nombre o del Regocijo. 9) El Templo del Sol de Cuzco, el Intiwasi, arquitectónicamente es una de las obras más perfectas de los incas y, por fortuna, una de las pocas que no fue totalmente arruinada por los conquistadores. Erigieron sobre sus admirables muros el Convento de Santo Domingo, pero aún se conservan recintos completos que permiten una reconstitución del gran santuario, que servía de modelo para los templos solares que se edificaban en todos los pueblos que sojuzgaba el poder cuzqueño. Intiwasi estaba construido sobre un promontorio o montículo limitado hacia oriente y poniente por dos de los ríos que atraviesan la ciudad. Una serie de terrazas le dio forma regular y en la amplia plataforma superior fueron ubicadas las capillas del culto al Sol; estas eran la del astro mayor que se levantó hacia el Norte sobre una última terraza no muy alta; a uno y otro costado, en plano inferior, aparecían las de la luna y Venus, al Oeste, y las del rayo, el arco iris y la constelación de Las Pléyadas, al Este. El lado Sur del observatorio solar no presenta edificaciones superpuestas. Este conjunto de las cinco capillas estaba rodeado de un muro corrido en forma curvilínea en el extremo occidental, sirviendo de base al reloj de sol, o "Intiwatana", que tenía una torre de 132 escalones, como asevera el historiador Morúa. En una extensión de nivel inferior, hacia el Sur, se levantaban las habitaciones de los sacerdotes. Coronan esta altitud numerosas terrazas que se pierden en las cumbres y cruzando las distancias, verdaderas macetas donde se cultivaba el maíz. Y cercano, el Ajllawasi, literalmente, en keswa, significa la Casa de las Escogidas: era un vasto edificio que albergaba a centenares de mujeres seleccionadas en todas las provincias del Imperio que ofrecían este tributo extraordinario al Sol y al Rey del Cuzco. Las más bellas eran aquí educadas desde niñas en todas las labores femeninas: tejido, preparación de comidas y bebidas, culto, atención doméstica. Entre ellas existían categorías, desde las Vírgenes del Sol, consagradas exclusivamente a su culto y a quienes ni el Inca osaba mirar, hasta las que eran encargadas del servicio de la corte, como ayudantes de la emperatriz o como asistentes de su real esposo. En Ajllawasi había numerosos compartimentos, jardines, huertos, fuentes. Se criaban toda suerte de animales domésticos, inclusive cachorros de fieras. Todavía se conserva casi íntegro el muro occidental de este edificio y algunos otros lienzos exteriores e interiores. El Korikancha o Barrio sacerdotal era todo un conjunto de edificios dedicados al culto divino y estaba limitado dentro de la ciudad imperial, por eso su nombre que significa el "cercado de oro" porque existe el testimonio histórico de que el ornamento de estos grandes edificios consistía en planchas del precioso metal. Los españoles alcanzaron a recoger algo de este considerable tesoro que, según la tradición, alcanzó a ser escondido en gran parte y hoy forma parte del llamado “tesoro oculto de los incas”.
En su obra "De Descripción de las Indias Occidentales", el cronista español Antonio de Herrera escribe -en 1730- la impresión que del sitio se tenía entonces: "La gran ciudad de Cuzco, asiento real del Inca, y cabeza de su Imperio, y ahora de los reinos del Perú por título que de ello tiene de los reyes de Castilla y de León está en 13 grados y medio de altura, 78 de longitud, 125 leguas de la Ciudad de los Reyes, al sudeste, de mas de mil vecinos castellanos; la fundó el marqués D. Francisco Pizarro; tiene ocho parroquias y cuatro monasterios de las cuatro órdenes, de Santo Domingo, San Francisco, San Agustín, La Merced y La Compañía, y uno de monjas; aquí reside la Catedral, dependiente del Arzobispado de los Reyes... Salen, desde el tiempo de los incas, de la plaza de esta ciudad, cuatro caminos reales para las cuatro partes del mundo, que llaman Chinchasuyo, al norte para los llanos y provincia de el Quito; otro que llaman Condesuyo, al Poniente, para la mar; otro que llaman Finalsuyo, al Sur y Chile en el confín de la Tierra; y el cuarto al Oriente, que dicen Andesuyo, que va a los Andes y faldas de la sierra. Está Cuzco en comarca de buen temple, fresco moderadamente y sano, libre de todas sabandijas venenosas y fértil de todas cosas, con mil maneras de frutas de Castilla y hierbas y flores olorosas en todos tiempos, que son de gran deleite; están en jurisdicción el valle Toyma y otros de mucha granjería de coca, y muestras de minas de oro, plata y azogue, y habrá en su jurisdicción cien mil indios tributarios; en todas partes de estas Indias tienen los naturales gran gusto en traer en la boca, de ordinario, raíces, ramos o hierbas, y lo que mas usan en Perú es la coca, porque según dicen sienten poco la hambre y se hallan con gran vigor mascándola siempre, aunque mas parece costumbre o vicio heredado; esta coca se planta y da pequeños árboles que se cultivan, y regalan, y dan la hoja como arrayán, y seca en cestos se lleva a vender..."
Esta era la situación en la ciudad a principios del siglo XVIII, y las cosas poco han cambiado. Anuncia tres sitios sagrados de la América antigua: a tres kilómetros se halla Sacsahuaman, obra maestra de las fortificaciones incas, y a treinta kilómetros, Pisac, las ruinas de la ciudad Inca más próspera, y hacia el sol, a 112 kilómetros y a 2300 metros de altura, la ciudadela de Machu-Picchu; trenes y auto-vagones de turismo hacen servicio todos los días, así como trenes regulares de pasajeros y carga que van hasta el terminal de Chaullay. Cuzco está construido en un terreno desigual, en medio de una llanura extensa y fértil, regada por el río de Guatanay que casi siempre está seco, excepto en tres meses del año. Su mayor fuente de agua proviene del cielo mismo, pues llueve en cualquier momento. Según algunos escritos, la ciudad fue fundada en el año 1043 por Manco Cápac, el primero de los incas, y dividida por él en ciudad alta y baja. Su nombre significa centro, y agregan las antiguas crónicas que era el único lugar de 105 dominios incásicos que tenía aspecto de ciudad.
Ahora, al caminar por sus calles, uno se sorprende al ver a un mismo tiempo la grandeza y magnificencia de sus edificios y el vergonzoso abandono en que algunos yacen: parece que hasta sus imponentes vestigios están destinados a hundirse en el tiempo. La Fortaleza y el Templo del sol, este capitolio y coliseo de la Roma peruana, causaron la admiración de los españoles cuando -en 1534- Pizarro se apropia de la ciudad. Solo algunas murallas de la inexpugnable fortaleza, situadas en una alta colina un poco hacia el norte del sitio, se ven hoy en un buen estado de conservación. Están construidas de piedras enormes, poliangulares, de diferentes dimensiones pero no inferiores a dos metros de diámetro, colocadas una sobre otra sin cimiento, tan perfectamente unidas que no podría introducirse por entre dos de ellas una aguja. En Cuzco, como en Machu-Picchu, se ignora con que operaciones mecánicas pudieron transportar y levantar estas masas, para lo que parece necesario la fuerza de los cíclopes por su tan precioso ajuste.
La Plaza de Armas de este Cuzco cargado de piedras milenarias, fue otrora Huaccapyta, centro litúrgico del Imperio Inca, en el que se celebraban todas las ceremonias y fiestas importantes; concebida por Manco Cápac, estuvo rodeada por los que fueron algunos de los más famosos edificios del Imperio, como el Quishuarcancha (el palacio de Viracocha), en los terrenos que hoy ocupa la catedral. Edificada sobre un antiguo palacio Inca, el Amarucancha, se encuentra la Iglesia de la Compañía de Jesús, cuya fachada es uno de los más bellos exponentes del barroco en América. El convento de Santo Domingo se edificó sobre los muros del Templo del Sol, el Coricancha, donde estaba según la tradición el gran disco de oro radiante de luz dorada. El altar mayor lo construyeron en el lugar mismo donde estaba la imagen redonda de oro sólido del destronado dios tutelar; los frailes ocupaban -incluso en la actualidad- las celdas que habitaban las vírgenes: que eran las mas hermosas doncellas traídas desde todos los confines en que gobierna el Imperio de los Incas. Los regios jardines y cercados, que según la tradición estaban enriquecidos con estatuas y flores gigantescas de oro y plata, han sido reemplazados por campos de alfalfa y trigo. Unidos a los restos de muchas casas antiguas respetadas por los años a causa de su solidez, de su masa y su buen trabajo. Se divisan las ruinas de lo que fue la gran carretera construida por los incas y que llevaba hasta Lima; desde la parte alta se ven los vestigios de antiguos caminos que desembocan en extrañas pasadas subterráneas, antiquísimas. Desconcierta ver tantos caminos cortados, por donde antes transitaban los hijos del sol.
Me cuenta Fray Jorge Armando, en el Convento de la Merced, que un día los peruanos intentaron incendiar las toscas fortificaciones que los españoles habían construido sobre sus templos sagrados, pero que, en el mismo instante en que las llamas comenzaban a propagarse, la Virgen María bajó en una nube, apagó el fuego y concedió la victoria a los propagadores de su fe. El sitio donde ocurrió el hecho ahora se ve coronado con una capilla dedicada a nuestra Señora del Triunfo. De los edificios construidos desde el siglo XVI, es preciso hacer mención de los conventos de San Agustín y éste de la Merced, que son magníficos. La custodia de La Merced tiene una altura de 1.30 metros. Y pesa 22 kilos 200 gramos de oro; nos cuenta que fue construida en dos épocas, la primera, en 1720, es de estilo barroco y fue realizada por el orfebre español José de Olmos; el pedestal es neoclásico francés y fue tallado en 1804 por el orfebre cuzqueño Juan de la Piedra; contiene 1.518 diamantes y brillantes más 6.115 perlas, incrustaciones de rubíes, topacios y esmeraldas; en el centro tiene dos perlas que dan forma a una sirena: la primera su cola y la segunda el busto con la cabeza de oro; en la base se ve el Cordero Pascual, el libro de los Siete Sellos y el Pelícano (símbolo eucarístico), además vemos el escudo de la Orden de la Merced con diamantes negros y perlas. En el Santísimo, vemos una imagen de la virgen de las mercedes en oro esmaltado y rubíes que pesa 18 kilos. Con Fray Jorge Armando vemos pergaminos de música gregoriana del siglo XVII fabricados en piel de chivo, y hacemos sonar la campana que despidió a Pedro de Valdivia cuando desde Cuzco salió a la conquista de Chile.
Cuzco tenia la reputación de ser la segunda ciudad de Perú, y según las crónicas tenía en 1825 más de 40.000 habitantes, cuyos descendientes preservaron las fiestas prohibidas por los españoles, cuyo culto -aún hoy- es semejante al que históricamente realizaban los mismos Incas. Aunque vetadas por la cultura oficial, estas fiestas se practican todavía con toda su magia ancestral, y tienen un denominador común: largas procesiones a la hora del crepúsculo de la mañana y del lucero de la tarde, vestidos exóticos, rostros enmascarados, la frente guarnecida por tocados de plumas de avestruz y, contrastando con el carácter triste de su música y bailes, sus instrumentos suelen ser los de más alegre sonido: flautas, tamboriles, tambores, cornetas, matracas... es el Inti Raymi.
La adoración al sol tiene su origen en el pasado prehispánico de Sudamérica. Siempre que el tiempo lo permite, la fiesta al astro se celebra este primer día del calendario solar inca, y es un acontecimiento esperado por todos los descendientes de esta formidable civilización. A través de los siglos, unas 50.000 personas se reúnen anualmente aquí, vienen de todas las provincias peruanas, y muchos arriban vistiendo la ropa tradicional de su lugar de origen. Se bebe mucha cerveza, pero la bebida tradicional es la chicha de jora, fermentada del maíz, que emplean desde antaño en sus sacrificios al sol; también la chicha morada que se prepara con maíz morado, trozos pequeños de fruta fresca y se sirve helada. El pisco sour aquí tiene su fórmula coctelera: dos partes de pisco, una de jarabe, el jugo de medio limón, una clara de huevo y hielo picado, bien batida se sirve con gotas de angostura. Toda la comida es típica: el cebiche (pescado fresco macerado en limón), el chupe de camarones (que lleva papas originarias de la zona, leche, camarones de río, huevo, queso y ajo), los tamales (una pasta de choclo amarillo y blanco que se muele con maní tostado y manteca de cerdo, al que se agregan trozos de pollo o cerdo, aceitunas, huevos y ajo, envueltos en hojas de plátano). Los postres son deliciosos: como la mazamorra morada (harina de camote, maíz morado y trozos de fruta fresca), y los picarones (harina, huevos, manteca y miel de caña), que se acompañan con jugos de frutas de sabor inigualable.
Durante la culminación de una semana de festividades en la que hay música, bailes y encuentros sagrados, se realiza una ofrenda al dios Inti (el sol). El Inca llega a la explanada de la antigua fortaleza de Sacsayhuaman en una litera ceremonial (la tiana), que sostienen en su hombro los bravos rukkanas (guerreros). La cara del Inca está cubierta por la mascaipacha (máscara de oro), símbolo de poder y estirpe real. En su mano lleva el thupaoyauri, símbolo de supremacía sobre las cuatro regiones del imperio. Escoltado por los caballeros, los generales, el sumo sacerdote, los príncipes invitados y los portadores de las ofrendas al Inti, el Inca va a la cabeza de la comitiva.
Cuando el cortejo imperial llega al centro exacto de la explanada, comienza la ceremonia con el sacrificio de una llama, a la que el sacerdote mata y extrae el corazón y los pulmones. Si el corazón sale todavía latiendo es buena señal, de lo contrario significa que no habrá buenas cosechas y de luchas contra el Imperio. Cuando estuve allí por primera vez, en 1978, durante ese viaje memorable el corazón salió vivo, por eso, el sacerdote luego nos ofreció a todos chicha (la bebida original fermentada de uva), que previamente había sido ofrendada al sol y pasado alrededor de la comitiva real. Ahora ha sucedido igual. Luego, con una misa al aire libre termina la celebración popular, para los profanos, pues aunque pagano en sus orígenes, aparentemente se ha combinado con ciertas ceremonias cristianas. Como sucede en toda Latinoamérica, hoy día la iglesia, los políticos y el ejército suelen estar presentes en este tipo de eventos prehispánicos, que en sí siempre tienen una extensión en la que se vive otra experiencia, y en un sitio distinto: las mismas ruinas de Machu-Picchu.
De la magnífica ciudad de Cuzco hemos subido caminando a Ollantaytambo, que se extiende a la vista por la enorme hoya Amazónica, perdiéndose en la selva. Caminos, acueductos, gigantescas terrazas y torres labradas en los bordes de los precipicios andinos, canalización de millares de terrazas, bastiones, verdaderas fortalezas, miradores o sitios de observación, crecido número de pequeños pueblos y ciudades sepultadas por la maraña del bosque, son testimonios convincentes de que la región de Cuzco fue capital de una densa civilización.
El cañón natural de Ollantaytambo es colosal: visto desde lo alto a la distancia unos 30 kilómetros río abajo, comienza a estrecharse el valle hasta formar un imponente callejón de elevadas murallas, verdaderos acantilados que cierran el horizonte y lo contornean con sus agudas alturas. Abajo, las aguas del Wilkamayu, en estrecho y profundo cauce, rebota en sus graníticas orillas y se deshace en espuma llenando de estruendos el espacio. La vegetación vecina del trópico cubre de verdes ropajes la montaña; el bosque trepa hasta las cimas, no importa lo abrupto, lo escarpado del macizo andino. El río serpentea y las cordilleras también, en un proceso de ajustamiento y equilibrio cósmico. En este paisaje ultra terreno, encaramada en una de sus altas murallas, tallada en la roca cordillerana es que aparece Machu-Picchu: razón había de que la ignoraran los conquistadores y sus cronistas, porque está ubicada estratégicamente.
(c)Waldemar Verdugo Fuentes.
Publicado en VOGUE y UNOMASUNO-México.
Fragmento de "VIAJE A LIMA POR TIERRA DESDE SANTIAGO DE CHILE".
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